Árbitro de la FIFA desde 2005,de nacionalidad antioqueñ,nació en Amalfi el 24 de enero de 1980,criado en Remedios y hecho árbitro en Segovia, ha encontrado en el apoyo de su familia el mejor aliciente para ejercer este duro y desagradecido oficio de pitar.
Amalfi, un pequeño pueblo enclavado en el nordeste antioqueño, ve nacer a este nuevo juez FIFA colombiano. Es que cuando el presbítero Juan José Rojas funda esta parroquia rica en oro en 1838, y el obispo Juan de la Cruz Gómez Plata la bautiza en 1.840 en homenaje a la Ciudad Italiana del mismo nombre, en la provincia de Salerno, poco imaginaria que otro tesoro se extraería de sus minas: un pito de oro para Colombia.
Cuando tenía 6 años su madre y sus hermanas se trasladan con todos sus tesoros humanísticos a Remedios. Allí nacen sus otros dos hermanos: Estiven y Alejandro, conformando una típica familia paisa, por su numerosa prole. Una familia completada por Giovanna, Nubia, César Augusto, Sandra y que empiezan a ver crecer al pequeño párvulo sediento de gloria.
Los recuerdos de Amalfi son vagos, pero sus evocaciones como “polideportivo” , en los equipos de la Escuela Urbana de Varones de Remedios y del colegio Ignacio Yépez Yépez sí permanecen frescos en su memoria.
Sus remembranzas lo trasladan en un túnel del tiempo a sus inicios en el arbitraje, en su colegio, una de las 3 instituciones de educación secundaria que hay en su pueblo, cuando con un incipiente pito comienza a ejercer este duro oficio de administrar justicia a sus compañeritos de la escuela, a la edad de 12 años. El pequeño rubio empieza a destacarse en las lides del arbitraje que recibe el remoquete del “Castrili del nordeste antioqueño” .
Su primer partido como árbitro central, al servicio del colegio de árbitros de la FEDEFUTBOL, lo recuerda con mucho cariño. Fue en El Pato donde el local se jugaba su paso a la final con Zaragoza. Y Wilmar se jugaba su primer partido como central, al servicio de la Liga de Fútbol, contando con sólo 14 años de edad.
La evocación de los hermosos lugares donde corrió su niñez y su juventud los sigue teniendo vivos. Los paseos a las cascadas, la vegetación y el río en la Vereda la Martana ó los sancochos de olla y pelota de números en los charcos o el aeropuerto de la Vereda el Otú siguen diáfanos en sus recuerdos.
Aunque es poco jaranero recuerda con nostalgia las fiestas y celebraciones tradicionales de su patria chica, como las Fiestas de San Nicolás, la Semana Santa y las Fiestas del Oro y la Minería.
Las dificultades de su madre Luz Amparo para criar a sus ocho hijos con su trabajo como cocinera en varios restaurantes de Remedios, lo fortalecieron. Doña Luz, una mujer novelera, no porque se entrometiera en los hogares ajenos, sino porque le gustaban las telenovelas, anhelaba que alguno de sus hijos o hijas protagonizaran alguna ó saliera en la pantalla chica. Con las frecuentes salidas, ya doña Luz Amparo saca pecho.
La virgen de los Remedios, patrona de su pueblo, lo protege y lo ilumina para decidir abandonar sus familiares y amigos y venirse para Medellín, en 1997, cuando sólo era un preadolescente imberbe sin cédula de ciudadanía, pero con un sueño por cumplir: llegar al fútbol como juez.
Recala en el Torneo Ponyfútbol donde se destaca por su gran dominio e interpretación de las normas, no sólo del fútbol sino del diario vivir.. Dos años después, y ya con 19 años, retorna con propiedad a “La Ciudad de la Eterna Primavera”, luego de recorrer los 217 kilómetros y 9 horas de viaje, desde su patria chica Remedios. El dirigente Itagüiseño, Oscar López ve en él un gran prospecto en la administración de justicia en los campos de fútbol y le tiende la mano.
Así empieza una romería por diferentes casas y habitaciones en “La capital de la Montaña”. Vive en la casa de unos familiares en el barrio Campo Valdés. Dura sólo dos meses. Luego Con unos amigos se traslada para Robledo. Más tarde, Oscar Rincón, un compañero en el arbitraje, le da una mano. Posteriormente, logra su independencia al irse a vivir al Barrio Guayabal, lugar actual de su residencia. Con las “pitaditas de los partidos” logra financiar sus pasajes para seguir su visión.
Este acucioso estudiante de sexto semestre de Educación Física, en el Politécnico Colombiano Jaime Isaza Cadavid, ha creído en su sueño que propuso, desde los 12 años, en la Escuela Urbana de varones de Remedios, cuando hacia su primaria.
Es que Remedios se convirtió en un lugar referente para el fútbol del Nordeste antioqueño y colombiano. Allí nacieron Gildardo Gómez, Leonel de Jesús Álvarez Zuleta, históricos del balón colombiano, y su último tesoro: Wilmar Roldan.
Este soltero de 27 años también evoca con mucho amor su primer partido como central. Fue un día 16 de febrero de 2003, cuando le anunciaron que pitaría su primer encuentro como profesional, en un partido entre Millonarios y Caldas, en Bogotá. Un lacónico cero a cero sella en el marcador final del partido. Wilmar, lo asumió con la misma humildad como digiere sus alimentos, en especial las sopas de verduras que les prepara su hermana Sandra, una acuciosa trabajadora de las confecciones, en Leonisa. Claro está que se la pasó casi tres dias desvelado, por culpa de tan tremenda responsabilidad. Además, fue un partido de bienvenida y de despedida. Sí, ese día Wilmar recibía la alternativa y su gafete de Juez DIMAYOR y se despedía un histórico del pito antioqueño y colombiano: Jorge Luís Arango Cardona.
Después de casi un lustro en esta profesión y con más de 65 partidos al servicio de la DIMAYOR, Roldán Pérez recuerda como en el torneo promocional de la Primera B del 2006, su arbitraje se convirtió en problema de orden público. Las pasiones desaforadas de los hinchas locales del Tulúa la emprendieron contra la terna al verse impotentes de no poder llegar a la final del torneo, ya que habían perdido con Valledupar y un empate en Tulúa sentenció al local, no poder acceder la disputa del ascenso a la máxima categoría.
El pasado 17 de septiembre de 2007 otra noticia alegra la vida de las personas que giran entorno a Roldán Pérez: recibir la confirmación de ser el nuevo juez FIFA por nuestro país.
Desde hace rato viene haciendo un arbitraje de gran altura y de mucho peso; no sólo por su 1.90 de estatura, ni por sus 82 kilos, sino por sus buenas calificaciones a la hora de acometer la dura tarea del manejo del pito y las tarjetas.
Los nuevos retos, los nuevos objetivos, los nuevos sueños vienen para Wilmar Alexander Roldán Pérez. Están llenos de amor y respeto por este duro y desagradecido oficio, pues, y en palabras de Eduardo Galeano, “los perdedores pierden por él y los ganadores, a pesar de él”.
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