A Italia, el campeón del mundo y poseedor de otros tres títulos, lo mandó a casa Eslovaquia, un debutante en la competencia. Un novato descarado y atrevido futbolísticamente le descubrió las arrugas y los achaques a un equipo que nunca se impuso siquiera por portación de nombre.
Eslovaquia el verdugó de Italia |
La eliminación es estruendosa porque toca a uno de los candidatos, pero a Italia ni siquiera le quedan excusas para justificarse. Es cierto que se quedó muy rápido sin Buffon, que más que un arquero es un centinela que aleja el peligro, y que casi no contó con Pirlo, la única luz que podía sacar al equipo del apagón futbolístico que se intuía desde el momento que vino a Sudáfrica sin Totti ni Giuseppe Rossi ni Del Piero.
Lippi hizo ingresar a los 11 minutos del segundo tiempo a un Pirlo que todavía no está recuperado de una lesión muscular, lo que fue más un acto desesperado que un simple cambio. La idea del técnico era ponerlo en forma para la próxima etapa, pero las urgencias lo llevaron a tratar de evitar el hundimiento con uno de sus almirantes averiados. Y Lippi murió en la cancha con un Pirlo demasiado jadeante para el ritmo vertiginoso que adquirió el encuentro en los últimos 25 minutos. A Buffon lo reemplazó Marchetti, un arquero que en personalidad y presencia es menos que la mitad del N° 1 de Juventus.
Italia trajo a Sudáfrica a 9 de los 23 futbolistas que hace poco menos de cuatro años se consagraron en Berlín: Buffon, Cannavaro, Zambrotta, Pirlo, De Rossi, Gattuso, Camoranesi, Gilardino y Iaquinta. Ninguno estuvo a la altura de los antecedentes. Todos están más gastados y sin la misma motivación. Aquí, algunos jugaron poco por no estar bien físicamente y a otros la alta competencia los expuso en un nivel por debajo de lo discreto.
Antes de que se consumara este fracaso deportivo, varias sospechas rodeaban a Italia. Se dudaba de la calidad y de la vigencia de su plantel; se cuestionaba la aptitud del recambio, de los nuevos que se fueron incorporando; se desconfiaba de que mantuviera el hambre de gloria y de que fuera capaz de absorber la presión de la defensa del título.
Para todos esos interrogantes, siempre estaba la misma respuesta: es Italia. Y punto: no hay mucho más para discutir ni para cuestionar. Un seleccionado acostumbrado a hacer de tripas corazón y a ponerse fiero e intratable cuando parece desahuciado. Y ahora, cuando se dice que es Italia, hay que agregar que es una Italia mala, quebradiza. Un reflejo del flojo nivel del calcio , de donde provienen sus 23 futbolistas. Un calcio que desde hace cinco temporadas es gobernado con puño de hierro por Internazionale, un equipo que sólo tiene extranjeros entre sus titulares, que prescinde de italianos.
Es un seleccionado internacional en una liga local, que además alcanzó recientemente la cúspide europea de la mano de un prestigioso entrenador portugués, José Mourinho. El único futbolista italiano que alterna en la formación milanista de manera destacada es el delantero negro de ascendencia africana Mario Balotelli, ignorado por Lippi.
Otra pauta del papel secundario que en el Mundial de Sudáfrica ocuparon las figuras locales del calcio : Antonio Di Natale (Udinese), capocannoniere con 29 goles en la última temporada, en Sudáfrica sólo hizo un tanto, tras tomar un rechazo del arquero eslovaco.
El entrenador, que se había ido con todos los honores en 2006 y regresó en 2008 porque Roberto Donadoni no conformó está muy marcado por su etapa en Juventus, club al que dirigió durante 8 años y con el que se doctoró al conquistar 13 títulos.
Pero esas eran otras épocas, y esta Juventus, tras pasar por el escarnio de un descenso por corrupción, no figura ni en su país ni en Europa.
Muy consustanciado con la fuerte mentalidad que supo tener la Vecchia Signora , Lippi confió en Buffon, Chiellini, Cannavaro, Zambrotta, Camoranesi, Marchisio y Iaquinta, todos con presente y pasado en Juventus. Algunos de estos jugadores fueron el rostro de una Italia fatigada, desgastada, consumida; la de un campeón que quedó allá a lo lejos y en el tiempo.
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